Potilla y el ladrón de gorros

Potilla y el ladrón de gorros

Resulta vergonzoso que una reina de las hadas tenga que pedirle ayuda a un humano, pero a Potilla no le queda otro remedio. Precisamente Arturo el miedoso es el que se pone de su lado para expulsar a un terrible intruso de su reino de las hadas.

Arthur busca algo de tranquilidad, sale a dar un paseo y... no da crédito a lo que ven sus ojos: el hatillo sucio que ha encontrado en el bosque contiene algo vivo. Es Potilla, la reina de las hadas. Tiene el tamaño de una botella de refresco, sus piernas no son más gruesas que dos lápices, calza minúsculas botas de terciopelo rojo, lleva un resplandeciente vestido y su pelo es tan sutil como el hilo de una araña. Sí, desde luego es un hada lo que ha encontrado, pero totalmente distinta a las de sus fantasías. Encantadora, pero caprichosa y mandona, ella necesita ayuda. Y se la pide a Arthur. Durante el baile del crepúsculo, su pueblo ha sido atacado por un ser horrendo que ha arrebatado todos los gorros a las hadas. Y sin gorro, no pueden regresar a su reino. A partir de ese momento, Arthur ya no disfrutará de un solo segundo de respiro, pues a Potilla no se la puede contrariar...

Potilla, la reina de las hadas, vivía con su pueblo en un bosque. Un bosque grande, oscuro y antiquísimo. Sus árboles tenían barbas musgosas y entre sus gruesas raíces proliferaban las setas y la dedalera. Los avellanos y manzanos silvestres crecían exuberantes y entremezclados. Había helechos gigantescos y troncos podridos. En los charcos pantanosos yacían enormes árboles abatidos en los que hundían sus raíces los retoños jóvenes. Los seres vivos recorrían presurosos el bosque sobre dos, cuatro y mil patas. Animales de pluma y de pelo, con escamas y billo resbaladizo, se deslizaban sigilosos y saltaban por aquel verdor interminable. Al borde de un claro, oculta por avellanos y endrinos, estaba la colina de las hadas.Abombada bajo la hierba como un lomo peludo, solo un agujero oscuro, del tamanno justo para un conejo, conducía al interior. Allí dentro se ocultaba el Otro Mundo.El pueblo de Potilla habitaba esa colina desde incontables veranos e inviernos. Eran hadas de los bosques, unas criaturas gráciles, de nariz puntiaguda, tímidas, muy susceptibles y rencorosas. En cuanto anochecía, salían de su colina para bailar, reír y saludar a las estrellas. Pero con las primeras luces del alba volvían a desaparecer en su mundo.Ningún habitante del viejo bosque había escrutado jamás el interior de la colina de las hadas: Potilla, su reina, entendía de hechizos y había blindado los secretos de su reino con un escudo de sortilegios protectores. Sin embargo, una cálida noche de verano llegó al bosque alguien que sabía cómo romper ese blindaje.Aquel atardecer también bailaban las hadas sobre su colina. Cantaban, reían, bromeaban, espantaban a los escarabajos y mariposas de las flores, y ofrecían sus rostros blanquecinos a los últimos rayos del crepúsculo...

Este libro va de un hada, y espero de veras que con él acabe de una vez por todas ese rumor de que las hadas son criaturas encantadoras, simpáticas, que se pasan el día revoloteando por ahí su inocencia. ¡Y es que para nada es así! Son cabezotas susceptibles, muuuy vengativas, súper vengativas, realmente, lunátivas y a veces muy tiranas. Lo que vale doblemente para Potilla porque ella es una reina de las hadas. Incluso apareciendo al comienzo de la historia dentro de un calcetín y siendo apenas del tamaño de una botella pequeña de refresco...¿Sabéis lo que es un Oscuro? Potilla os lo va a explicar y advertiros de su presencia. Quien de vosotros sea pelirrojo, seguro que al final de este cuento estará feliz de tener ese color de cabellos.