La llave de los muertos

Written by Irene Sánchez

No se oía nada, o por lo menos, Froilán no oía nada. Estaba concentrado en recoger todas sus pertenencias, y tenía muy poco tiempo. En cualquier momento volvería, y estaría perdido. Brígida había salido a comprar al mercado, pero él sabía que los martes tardaba más, por lo que según ella, era una parada en los establos para darles una manzana a los caballos, y que según él, era una parada para ver a Mario, uno de los mozos de cuadra.
No la comprendía, de verdad que no, ni a ella ni a nadie del pueblo. En Villarda, el pueblo donde Froilán y su hermana vivían con su viejo y enfermo padre, todo era totalmente normal, y la gente sólo aspiraba a casarse y conseguir un buen trabajo, a diferencia de él, que sentía que eso no era bastante.
Despreciaba a los jóvenes de su edad, y a las mujeres del pueblo, solo preocupadas de sus vestidos. Para él, el pueblo era un lugar horrible, como una jaula en la que ellos eran los animales. Los demás no pensaban así, pero a Froilán no le importaba. Él sabía que podía aspirar a más.

Despreciaba a los jóvenes de su edad, y a las mujeres del pueblo, solo preocupadas de sus vestidos. Para él, el pueblo era un lugar horrible, como una jaula en la que ellos eran los animales. Los demás no pensaban así, pero a Froilán no le importaba. Él sabía que podía aspirar a más.
-¿Qué haces, Froilán?-se oyó la voz de Brígida mientras atravesaba la cocina.
-Nada, Brígida-le cortó-.¿Qué tal con Mario?-dijo mientras se apresuraba a coger su equipaje.
-¿Qué? Eso no es asunto…eh, aguarda un segundo, ¿Qué es todo eso? ¿Acaso te vas? ¿A dónde?
La joven dejó su cesta y se dirigió rápidamente a donde estaba su hermano. Le cogió fuertemente del hombro y, mirándolo a los ojos, le dijo:
-Piensa en papá.

Ella conocía las ambiciones de su hermano, y sabía que a su viejo padre no le gustaría. Pero también sabía que Froilán no la escucharía. Su hermano podía llegar a ser muy testarudo…
-¡No!-Froilán cortó sus pensamientos-.¡No pienso pensar en nadie! ¡Estoy harto de la monotonía de este lugar, y ya es suficiente, ya no soy un niño!-.Una lágrima corrió por su mejilla, y Brígida nunca supo si era de rabia o de tristeza.
-¡No empieces con eso, sabes que no tienes razón!-replicó Brígida con nerviosismo. Nunca le gustó dañar a su hermano, aunque a veces no se llevaran muy bien.-Sólo tienes dieciséis años Froilán, dieciséis!

-¡Pues ya es suficiente!-Froilán no iba a dar su brazo a torcer, no, otra vez no. Porque ya había habido otras veces, veces en las que sus intentos de buscar un realidad mejor habían fallado.-Además, he dejado una nota a papá…-la voz se le quebró al final de la frase, y Brígida se dio cuenta de que dejar a su padre era probablemente su única debilidad. Pero Froilán cambió su cara, cogió sus cosas y en sus ojos se pudo ver reflejada su férrea determinación.
-Adiós Brígida-dijo, en voz baja-Te quiero-.Le dio un beso en la mejilla, se dio la vuelta, se secó los ojos y fue hacia la puerta.
-¡Espera, Froilán, espera!-Brígida corrió detrás de él.-Por lo menos llévate a Musa-.Musa era la yegua de Brígida, y a Froilán le sorprendió que quisiera que se la llevara, ya que era muy especial para ella.-Te protegerá, y te recordará a casa.
-Muchas gracias, Brígida, en serio, es…-Brígida le cortó con rapidez.

-Llévate también esto. Quiero que lo tengas-.Se quitó del cuello un collar de cuero del que había colgada una llave, y se la entregó.-El Viejo la encontró en las montañas, y me la dio cuando era una niña-.El Viejo era el bibliotecario del pueblo, y era una de las personas favoritas de Froilán, ya que había viajado por todo el mundo, y hasta se decía que había sido un caballero templario. Al decir esto, los ojos de Froilán se iluminaron como estrellas, y lo cogió con entusiasmo. Froilán admiraba al Viejo, y pasaba todo el tiempo en la biblioteca con él, leyendo historias de magia y antigua brujería, y aprendiendo mucho sobre química, astrología, gramática, y todas las otras cosas que el Viejo le enseñaba. Froilán pensaba en secreto que el Viejo fue alquimista en tiempos pasados, y le fascinaba.

-¿Qué abre la llave?-inquirió Froilán mirándola con atención.
-Nunca lo he averiguado-respondió-. A lo mejor podría ser tu primera aventura…-Brígida se secó los ojos, y le alargó una bolsa con provisiones.-Toma-dijo suavemente-y ten mucho cuidado, ¿vale?-.Entonces le abrazó fuertemente, y Froilán le dijo al oído:
-Lo intentaré. Y descubriré que abre la llave-.Le dio un último apretón a los delgados hombros de Brígida y se separó de ella.
-Volveré algún día-añadió-.Y te traeré lo que sea que abre esta llave.
-Te esperaré-dijo Brígida. Vio con tristeza como su hermano salía por la puerta sin mirar atrás, cogía a Musa, y cabalgaba hacia el atardecer. Esa fue la última vez que le vio.

***

Froilán llevaba cabalgando seis días, sin casi descanso. Dejando aparte su entusiasmo sin límite y sus ansias de libertad, la razón era que estaba atravesando la Cordillera, y, aunque no era supersticioso, no estaba loco, y la Cordillera era de lo más tenebroso y tétrico que había visto en su vida.
La noche ya había caído, y los árboles estiraban sus largas y retorcidas ramas hacia Froilán. Esa noche, todas sus pesadillas cobraron vida. Había una espesa niebla, y no veía lo que había a más de dos palmos de distancia, sumergiéndoles en un mar de oscuridad sin fin. Musa no paraba de resoplar y de patear el suelo con nerviosismo. Los lobos aullaban en la lejanía, o eso esperaba Froilán. Tenía que salir de esa pesadilla. Entonces, encontró un pequeño claro entre la espesa niebla, y entró sin pensárselo dos veces. Un gran error.

Al entrar, se dio cuenta de que alrededor del claro, formando una especie de límite, había un círculo de pequeñas setas blanquecinas. Froilán no las había visto nunca, pero no las tocó, ya que podían ser venenosas. En el centro del claro había un viejo y destartalado pozo. Froilán estaba sediento, ya que los nervios y el terror de estar en medio de la oscuridad durante horas le habían secado la boca. Comenzó a tirar de la cuerda, pero al llegar a la mitad, la cuerda se trabó, y no avanzaba más. Froilán comenzó a tirar con fuerza una y otra vez, y al final se soltó. De pronto, Musa comenzó a relinchar y a darle con el hocico en el hombro una y otra vez. A continuación, se dio la vuelta y huyó, dejándole solo.

Se escuchaba el viento entre los árboles, y, de pronto, hubo un destello de luz en medio de la oscuridad y, sin previo aviso, la silueta de una mujer apareció entre los árboles. Era muy hermosa, y, a simple vista, parecía una mujer normal, pero si no te concentrabas mucho o la mirabas por el rabillo del ojo, se podía ver a través de ella. Su largo pelo rubio flotaba como una nube alrededor de su cuerpo. Llevaba un vaporoso vestido azul, y sus ojos…Al ver sus ojos, Froilán se quedó paralizado, y es que eran negros, pero todo el globo ocular era negro, como la noche. Al mirar en ellos, Froilán vio muchas cosas, y no comprendió ninguna. Entonces, la mujer habló.

-¿Quién se atreve a profanar la Cordillera?-esa pregunta, pronunciada con la suave y musical voz de la mujer, sonaba tan poderosa y amenazadora como si fuera una voz de ultratumba.
Froilán ni siquiera respondió, la voz no le salía. El colgante con la llave se le clavaba en el pecho, y la llave estaba helada. Tenía un mal presentimiento, y no quería enseñarle la llave al…¿espectro? ¿hada? Ni siquiera sabía que clase de criatura era, pero tenía claro que humana no.

El espectro comenzó a hablar de nuevo:
-¿Qué buscas aquí? ¿Sólo estás de paso o buscas secretos ocultos?
Froilán no podía moverse. La voz del espectro le pitaba en los oídos, y la llave se le clavaba en el pecho más y más. No lo pudo evitar, gritó de dolor. El tiempo se paralizó, y sólo quedaba el dolor, más y más dolor. Deseó morirse, acabar con todo. Pero el dolor comenzó a cambiar. Abrió los ojos y delante sólo vio la negrura de los ojos del espectro. Ella alargó una mano, y arrancó del cuello el colgante de su hermana. Froilán despertó, y consiguió decir:
-La…la llave no. Es de mi hermana…

-¡NO!-bramó la mujer-¡Esta llave siempre ha sido mía! ¡Mía! ¡Me la robaron! Te explicaré una cosa, mortal. Esta es mi historia:
<<Yo era una joven feliz, hasta que un día decidí salir a correr aventuras. ¡Yo quería ver mundo, pero ¡a qué precio lo pagué! Decidí venir a la lejana Cordillera, que me fascinaba sobremanera. Había leído historias, y mi imaginación me impulsaba a viajar y a cumplir mis sueños. Llegué aquí en una noche tormentosa, hace muchos años, tantos que he perdido la cuenta…Aquí me encontré con un espectro, y entonces una llave que llevaba de colgante empezó a clavárseme en el pecho…>>
Entonces, Froilán miró bien la llave, y vio que brillaba. Cuanto más brillaba, más débil se sentía él. La mujer se acercó, como si fuera a besarle, y le echó su aliento frío en la cara. Froilán se desplomó, y, aterrorizado, vio como manaba sangre del lugar que hacía un momento había ocupado la llave en su pecho. ¿Por qué no moría? pensó.
-¡Acaba ya! ¡Por favor, acaba conmigo!-gritó. Y es que el dolor había vuelto a cambiar, y, ahora deseaba morir, pero por una razón distinta. Al volver a mirar a la mujer, se dio cuenta de que la deseaba con toda su alma. La deseaba, y no la tenía, así que deseaba morir-.¡Si no puedo estar contigo, prefiero morir!-pero la mujer no le escuchó, sino que siguió hablando.
<<El espectro me quitó la llave, y ésta brillaba. Yo estaba débil, y entonces, de repente, comencé a desear al espectro, ¡como una jovenzuela enamorada! Estaba completamente embelesada, y, como no le tenía, deseaba morir. El espectro me dijo que esa llave tenía el poder de controlar el fino velo que hay entre el mundo de los mortales y el de los muertos, y que cada doscientos años, en la noche de fin de año, la llave llevaba a su poseedor hasta este lugar. Entonces, se convertía en el nuevo Guardián del Umbral, y no moría hasta que alguien pasara a reemplazarle. Hasta ese momento, se quedaría en un punto entre la vida y la muerte. A continuación, me enseñó esto…>>
El espectro movió la mano lentamente, y del pozo emergió a la superficie un pequeño cofre.
-Cógelo-dijo.
-N…no quiero-consiguió responder Froilán, con mucho esfuerzo.
-¡CÓGELO!-repitió. Esta vez Froilán lo cogió. El espectro sonrió.
-Ábrelo-le indicó-con la llave-. Se la entregó.
Froilán la cogió, y tembloroso, abrió el cofre. Antes de mirar dentro, le dijo al espectro:
-Por favor, ¿hay alguna forma de que mi hermana se entere de que encontré este cofre?
El espectro se apiadó de él, y respondió:
-¿Es tu último deseo?
-Sí-respondió con decisión Froilán.
El espectro se lo concedió. Entonces, Froilán respiró hondo, abrió el cofre y miró dentro.
Sonrió, echó una última mirada al mundo que nunca había apreciado, y cayó desplomado.
El espectro sonrió, y se desvaneció.

***

Brígida estaba sentada en el porche, descansando sus viejos huesos como cada tarde. Habían pasado muchos años desde que su hermano Froilán se marchara, pero ella seguía esperándole, y ese día sentía que algo iba a cambiar. Oyó unos cascos de caballo, y vio a Musa, igual que el día en que Froilán se la llevó. Se levantó como un resorte, y la yegua se le acercó. Brígida miró a un lado y a otro, esperando ver a su hermano, riéndose. Pero su hermano no llegó. Brígida, desolada, llevó a Musa al establo y cogió la silla y las alforjas para revisarlas. Entró en la casa y se sentó en el borde de la cama. Comenzó a abrir los bolsillos, viendo, con lágrimas en los ojos, como todo estaba intacto, exactamente como aquel día.
-Oh, pobre Froilán…-musitó.
-Entonces encontró un pequeño cofre, que no había visto antes. Lo cogió, y, al ver su cerradura, ya abierta, se acordó de la promesa de su hermano, y susurró:
-¿Al final lo conseguiste, hermano?
Dejó la silla a un lado, cogió el cofre, lo abrió y los ojos se le abrieron de par en par. Sonrió levemente, dijo:
-Bien hecho…
Y cayó hacia atrás, muerta.
El cofre rodó al suelo, y cayó, vacío.

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