Katharina Krause

Me llamo Katharina Krause, tengo 19 años y vivo en Grünstadt, una pequeña ciudad en Renania-Palatinado. Tras terminar el bachillerato, decidí hacer un FSJ (un año de voluntariado social) en mi antigua escuela primaria. Además de este trabajo tan gratificante, canto en un coro, toco el piano y el órgano de iglesia, y me encanta leer.


¿Qué te llevó a escribir?

No sabría decirlo con exactitud. Desde pequeña he amado la lectura y podía perderme durante horas en un buen libro, lo que en algún momento despertó en mí el deseo de contar mis propias historias. Sin embargo, el verdadero detonante fue un concurso regional de relatos cortos, del que me habló mi profesora de alemán. Y una vez que empecé, ya no pude dejar de dar vida a personajes.

¿Cómo llegaste a participar en el Premio Clara?

De nuevo, la escuela tuvo algo que ver, porque esta vez fue mi profesor de inglés quien me envió la convocatoria. Como ya tenía algo de experiencia en concursos literarios y siempre había sido una gran admiradora de los libros de Cornelia Funke, decidí intentarlo.

¿Cómo te gustó la estancia en la finca de Cornelia en la Toscana? ¿Encontraste inspiración allí?

No sé si tenía una idea clara de cómo sería la finca antes de subirme al avión rumbo a Volterra. Lo que sí sé es que me cautivó desde el primer instante. Todo el lugar desprende una creatividad y una energía que nunca había experimentado antes. Cada habitación tiene una atmósfera alegre y misteriosa que te atrapa de inmediato. Pero lo más bonito para mí fue la gente que conocí allí y las conversaciones que mantuve. Cada persona tenía un talento fascinante o una pasión ardiente, y se podía aprender muchísimo. Además, los artistas que han pasado por la finca han dejado su huella de una manera que a veces se percibe conscientemente y otras de forma sutil. Descubrir todos esos matices fue realmente emocionante. Así que sí, el viaje no solo fue inspirador, sino también profundamente motivador.

¿Qué te llevaste de allí a casa?

Además de una gran cantidad de recuerdos e impresiones intensas, me llevé una nueva comprensión sobre la escritura. En ese lugar, donde el arte y la palabra se valoran tanto, me di cuenta de que escribir no es un acto solitario. Compartir historias con otros las hace aún más valiosas, y escribir para los demás, y no solo para una misma, es un privilegio. Aprendí esto en muchos pequeños momentos.

"Schnapsidee"