El caballero fantasma

El caballero fantasma

Como si no hubiera sido suficiente con mandar a Jon al internado de Salisbury... esos espíritus sobre sus caballos fantasmas que se le aparecen a Jon un buen día bajo la ventana de su cuarto, señalándolo con el dedo, son mensajeros de una oscura y triste historia y la han emprendido con el chico. ¿Pero por qué? En la catedral descansa alguien que quizás tenga la respuesta y que está esperando poder apoyar a Jon.

William Longespee, hijo ilegítimo del rey Enrique II de Inglaterra, fue la primera persona en ser enterrada en la catedral de Salisbury.
Muchos siglos después regresa para protagonizar esta historia. Jon Whitcroft, de 11 años, está triste y en apuros porque lo han enviado a un internado en Salisbury. Nada de allí le gusta: lluvia, muros oscuros, angostos pasillos, rostros extraños y una habitación que tiene que compartir con dos compañeros. Pero Jon está lejos de sospechar que pronto éstas serán sus menores preocupaciones. En su sexta noche en el internado, aparecen de repente tres fantasmas al pie de la ventana de su habitación. Han venido a amenazarlo de muerte porque lleva el mismo apellido que el hombre que los asesinó. Su vida corre peligro y Jon está solo y asustado. Menos mal que está Ella, su única amiga en el internado y que tiene la solución: hay que pedir ayuda a un buen caballero.
El problema es que ese caballero murió hace siglos...

Cuando a la mañana siguiente nos encontró un sacristán a Ella y a mí, yo había dormido bien por primera vez desde hacía días, y la marca del león en la mano era la prueba de que no había soñado con Longspee. Cuando Mrs Cunnigham, de evidente mal humor, me preguntó por mi desaparición del viernes, tartamudeé algunas frases conmovedoras sobre el horroroso novio de mi madre y que yo había pensado que desaparecería si pedía por eso en la catedral. (Ya, ya lo sé... debería caerme un rayo desde la punta de la torre por aquello, pero es probable que el cielo tenga compasión por los hijos celosos).Me disculpé cien veces delante de Mrs Cunnigahm y de los Poppelwell, que habían pasado media noche buscándome, y juré por lo más sagrado que no volvería a escapar por la ventana del baño durante la hora de los deberes.Con once años ya se sabe bastante bien qué es lo que quieren oír los adultos y tengo que reconocer que estaba orgulloso de que mi historia hubiese sido aceptada con unas palmaditas en la espalda (del director del colegio) y dos abrazos entre lágrimas (de Mrs Cunnigham y de Alma Popplewell). Está más que claro que la verdad no habría provocado tal efecto, ni por asomo.Un niño de once años que intenta librarse del amante de su madre por medio de oraciones es muchísimo menos inquietante que la aparición de un caballero muerto. Como único castigo, tuve que escribir una redacción sobre la importancia de las normas y su acato, y la orden de quedar todo el fin de semana, sin salir, vigilado por los Poplewell. Ella, en cambio, estaba todo menos contenta, cuando lo oyó. Después de todo, quería estar presente en caso de que Longspee mandara a Stourton al infierno. Ya había convencido a Zelda para que nos dejase pasar la noche en su casa, con la esperanza de que quizás así se apareciesen allí mis perseguidores.Pero mi castigo sin salir destrozó los bonitos planes.(Trad. de Chus Bello)

En mi libro "El señor de los ladrones" descubrí la fuerza que guarda en su interior una historia que se desarrolla en un escenario real que mis lectores pueden descubrir por sí mismos. He recibido tantas fotos, postales y cartas de niños que han descubierto Venecia y sus lugares mágicos con mi libro bajo el brazo...

Me encanta que una historia nos acerque la magia que también tiene nuestro mundo real, una magia más o menos fácil de descubrir. Ojalá "El caballero fantasma" atraiga a muchos lectores a Salisbury y Kilmington y que puedan sentir la magia que flota en sus lugares: en el sarcófago de William Longspee, delante de la iglesia donde Lord Stourton estuvo a punto de acabar con Jon y Ella; o en Lacock, donde los dos amigos valientes encuentran, por fin, descanso...