Historias de Ana

Historias de Ana

Anna, la hija de Cornelia, y su mejor amiga, Marie, disfrutan del verano descubriendo el mundo. Una colección muy graciosa de historias entrañables tomadas de los recuerdos personales de Cornelia.

Para Ana cada día es una fiesta. Pero ninguna es mejor que la fiesta de cumpleaños que celebra en el patio con María, su mejor amiga. Una celebración con música, guirnaldas de papel y una suculenta tarta de chocolate... ¿Y en verano? En verano nada puede retener en casa a Ana y a su amiga. Juntas, observan los caracoles y los escarabajos u organizan un almuerzo en el arenero con sus animales de peluche.

-Vaya por Dios -se queja mamá-. Otra vez salimos tarde -mete en la mochila la caja de la merienda de su hija Ana-. Venga, date prisa, tortuguita. -No puedo -dice la niña. Se está atando los zapatos de cordones. Cuando uno hace esto, no puede apurarse. Mamá abotona la chaqueta de su hija, aunque Ana sabe hacerlo, la verdad. -Hoy llevaremos a María al cole -dice mamá. -¿Por qué? -pregunta Ana. -Porque su madre está enferma -explica mamá. -¿Por qué? Ana le tiende los pies a su madre. Y es que ella todavía no sabe hacer los lazos ... solo los nudos. -¡Por qué, por qué! -replica la madre-. Está acatarrada. -¿Acatarrada? Si eso no es malo -dice Ana, que suele estar acatarrada y le trae sin cuidado. Su madre se limita a suspirar y hace dos lazos maravillosos. Sin ni siquiera mirar. María también ha aprendido a hacer lazadas, o al menos eso dice. María tiene un hermano mayor. Y está de cumple en dos días. Cinco años. María es la mejor amiga de Ana. Casi siempre. Y vive en el piso de al lado. Ana llama tres veces al timbre. Para que María sepa quién es.

Escribí estas historias cuando mi hija Anna estaba en preescolar. Esa amiguita llamada Marie que aparece en el cuento, existe, realmente, y sigue siendo amiga de Anna. Su amigo David era algo diferente a como aparece en el libro, pero la vaca Millie era de verdad el peluche favorito de Anna e intenté dibujarla lo más fielmente posible. La abuela Mandil es un poco como mi abuela Hedwig, pero todo el resto... totalmente inventado: el patio, la casa, los padres y el malvado Titus. Pero los juegos de enterramientos sí que tuvieron lugar de forma semejante en nuestro jardín. Y que Anna siempre quería ponerse vestidos... eso también es verdad.