El fénix y el niño

Escrito por Itzel Rentería Arizpe

Prólogo

Allá en lo alto de las montañas rondaba por los aires un enorme fénix azul, de sus largas plumas salía fuego del mismo tono. Cuando llegaba la temporada de caza, bajaba a las aldeas a tomar entre sus poderosas garras a vacas y caballos. Todo el mundo se escondía para admirarlo y poder capturarlo, pues robaba a sus animales.Una mañana, un humilde niño salió a cabalgar sin saber qué fechas eran. Desde los cielos nublados vislumbró una bola de fuegos azules, se dio cuenta en lo que estaba metido.

Hizo que su caballo corriera al máximo pero no logró escapar. El fénix lo enganchó y lo elevó hasta llegar a su nido dentro de una húmeda cueva. De golpe lo soltó y cayó en seco sobre las resbaladizas rocas. Quedó inconsciente.De repente sintió que algo le ardió y abrió los ojos de golpe, miró hacia su pierna y logró observar al fénix derramando lágrimas de fuego sobre sus heridas. El niño conocía sus poderes curativos y lo dejó seguir; de inmediato hubo una conexión de amistad. Ciertos días, el niño, desde lo alto veía su aldea con nostalgia, pero prefería estar ahí, siendo el primer humano en vivir con un fénix de esa manera.

Hacían todo juntos: cazar, volar -los que lograban verlo en el aire lo llamaban "El jinete del fuego"-, darse un baño en un manantial dentro de la montaña,...Una mañana, el niño se acercó demasiado a la orilla y cayó.... El fénix al verlo voló con velocidad potente y fue tras él. Lloró sobre el niño, lloró como nunca para salvarlo pero no pudo.Como cada 500 años, el fénix se extinguió en fuego junto al niño, para que ambos se hicieran cenizas y renacieran como uno solo. Y así fue, al cabo de una semana nació con algo diferente. Era rojo chillante, pues al unirse con el niño, también se fundió la pasión de su amistad. El fénix decidió bajar a la aldea sin ser aún temporada de caza. Fue directo a su antigua casa donde por suerte, sus padres cosechaban afuera -lucían tristes-.Se postró frente a ellos y los miró a los ojos, no huyeron al ver algo familiar en su mirada; se acercaron a acariciarlo y por sorpresa no se quemaron. Al rozar sus manos con las plumas llameantes, éstas se volvían azules como muestra de que aún tenía la esencia de la antigua ave. A partir de ese día, el fénix ya no fue temido...

El fénix y el niño

Para este cuento tenemos 3 comentarios

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Aurora – 11 diciembre, 2020

Es muy bueno y bonito!!!

Christie – 27 octubre, 2018

You write very well!

Emma – 27 noviembre, 2016

Que lindo!