El reloj de arena mágico

Escrito por Diego Calatayud (Ecuador)

En un pequeño pueblo, enclavado entre colinas y ríos, vivía un chico llamado Mateo. Era conocido por su curiosidad y su amor por las aventuras. Mateo pasaba sus días explorando los bosques y las montañas que rodeaban el pueblo, siempre en busca de algo nuevo y emocionante.

Un día, mientras exploraba una parte desconocida del bosque, Mateo se encontró con una antigua cabaña oculta entre los árboles. Su corazón latía de emoción y nerviosismo mientras se acercaba a la puerta de madera carcomida. Al abrirla, una nube de polvo lo envolvió y, tosiendo, entró en la oscuridad.

Dentro de la cabaña, había estantes llenos de objetos extraños y libros antiguos. Pero lo que más llamó la atención de Mateo fue un pequeño reloj de arena sobre una mesa en el centro de la habitación. Brillaba con una luz dorada, casi hipnotizante.

Sin poder resistir la curiosidad, Mateo tomó el reloj de arena en sus manos. En ese momento, una voz grave y antigua resonó en la habitación: "Has encontrado el Reloj de Arena del Tiempo. Con él, puedes viajar a cualquier momento del pasado. Pero ten cuidado, cada viaje tiene sus consecuencias".

Mateo, emocionado y asustado a la vez, decidió probar el poder del reloj. Pensó en el día en que perdió a su perro, Max, hace varios años. Quería cambiar ese trágico día. Giró el reloj de arena y, en un parpadeo, se encontró en el pasado.

Allí estaba, en el mismo día en que Max se había perdido. Rápidamente, intervino y evitó que su perro se escapara. Mateo se sintió eufórico por haber cambiado el pasado, pero cuando regresó al presente, se encontró en un pueblo desconocido.

Confundido, Mateo comenzó a

investigar y descubrió que, al salvar a Max, había provocado una serie de eventos inesperados que cambiaron drásticamente el curso de la historia del pueblo. La alegría de tener a Max de vuelta se vio opacada por la confusión y el miedo a las consecuencias de sus acciones.

Decidido a enmendar su error, Mateo volvió a la cabaña y usó el reloj de arena para regresar al día en que cambió el pasado. Esta vez, dejó que los eventos ocurrieran como debían, sacrificando su deseo personal por el bien mayor. Al volver al presente, encontró que todo había vuelto a la normalidad, excepto por un pequeño cambio: ahora tenía un nuevo entendimiento sobre el flujo del tiempo y las repercusiones de nuestras acciones.

Mateo regresó a su vida diaria, pero con una nueva perspectiva. Comenzó a apreciar cada momento, sabiendo que el presente es un delicado tejido de acontecimientos pasados. También aprendió que no todos los tesoros estaban destinados a ser usados y que algunos secretos eran mejor dejarlos sin descubrir.

La leyenda del Reloj de Arena Mágico se convirtió en un relato popular en el pueblo, contado de generación en generación. Mateo, por su parte, siguió sus aventuras, pero ahora con un mayor respeto por el misterioso flujo del tiempo.

Y así, en un pequeño pueblo entre colinas y ríos, un joven aprendió que el tiempo es el más misterioso y poderoso de todos los misterios, un regalo que debe ser valorado y respetado. Y aunque Mateo continuó buscando aventuras, nunca olvidó la lección aprendida en aquella antigua cabaña en el corazón del bosque.

 

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