Sonja Wimmer Ilustradora de Múnich, Alemania

Creo que difícilmente hay un niño al que no le guste pintar o escuchar cuentos. Por ejemplo, recuerdo que cuando era pequeña mis padres siempre me llevaban a todas partes cuando salían por la noche. A menudo me sentaba en alguna mesa o, a veces, en la barra, y dibujaba. También recuerdo que mi madre siempre traía montones de libros de la biblioteca a casa para leerme. He conservado este amor por la pintura y las historias. Y creo que es maravilloso combinar estas dos cosas como ilustrador. Me considero muy afortunada de poder dedicar mi tiempo a hacer algo que me inspira.

Depende. Cuando estoy al comienzo de un proyecto, a menudo salgo a la naturaleza o a un café para dibujar y pintar. Cuando ya estoy en la fase de pintar con pinturas y pinceles o con tizas, suelo pasar todo el día en mi mesa de trabajo. Es decir, era así antes de que naciera mi hija pequeña. Desde hace unos años, una gran parte de mi jornada laboral se ha desplazado a la tarde y la noche.

Es difícil decir de dónde vienen las ideas. Creo que es más bien un proceso. La mayoría de las veces primero “hago amistad” con la historia y los personajes que voy a ilustrar. Es decir, lo leo un par de veces y luego lo dejo descansar un poco en el fondo de mi mente. A veces, se me ocurren las primeras ideas, a menudo en momentos en los que estoy ocupada con algo completamente diferente, y otras veces es muy difícil encontrar un comienzo. Como regla general, hago una búsqueda conscientemente, pruebo diferentes composiciones y técnicas, investigo y me documento sobre el tema relevante si es necesario. Todo lo que me rodea puede inspirarme.

Cuando hago bocetos o dibujo con lápiz, prefiero sentarme en algún lugar de la naturaleza, junto a un lago o en un café. Para pintar entonces necesito una mesa con mucha luz donde pueda extenderme con papel y pintura. El año pasado siempre estaba en un lugar diferente, porque viajamos mucho.

Cuando no estoy ilustrando, me gusta estar en la naturaleza, correr todo tipo de aventuras con mi hija pequeña y pasar tiempo con mi familia y amigos. También me encanta la narración oral. Realmente disfruto escuchando a los narradores y contando historias yo misma.

Como ilustrador tienes la oportunidad de crear mundos completamente nuevos y contar historias con imágenes. Eso es maravilloso.

Una buena ilustración apoya las emociones y narraciones de un texto y guía al lector a través de la historia de una página a otra. No solo reproduce lo escrito, también complementa el texto y crea una capa adicional. Y sobre todo, una buena ilustración le llega adentro al lector: invita a soñar, pensar o reír.

A veces, cuando tengo mucho estrés o presión de tiempo y, por lo tanto, no duermo mucho, puede ser que ilustrar no sea tan fácil y las ideas fluyan con bastante lentitud. Pero en realidad, rara vez sucede que no tenga ganas de pintar, porque solo acepto proyectos que me gustan. Pero, por supuesto, también tengo días en los que me siento

con tanta creatividad como un bloque de madera. Entonces me ayuda más si hago algo completamente diferente: salgo a la naturaleza, a un museo o miro el trabajo de otros ilustradores.