Torben Kuhlmann Ilustrador de Hamburgo y autor de libros para niños

Casi diría que me sentí llamado a la ilustración. Desde la primera infancia he pintado y dibujado apasionadamente. La elección de los motivos a menudo tenía que ver con mi curiosidad infantil. Quería examinarlo todo con mi lapicero y contarme a mí mismo o a otros los cuentitos que me surgieran. Así que, sin saberlo, ya era ilustrador de niño. Este interés se mantuvo sin cambios durante muchos años, quizás alimentado aún más por una ambición creciente por la narración y un entusiasmo por la película como medio. Luego, todo condujo a la decisión algo audaz de hacer de esta pasión una profesión y estudiando ilustración en Hamburgo. Hasta el día de hoy, diría que estoy tratando con historias encantadoras, ya sea con un cepillo, lapicero, teclado o cámara de vídeo.

El día laboral ideal comienza con una pequeña vuelta en bicicleta en y alrededor de Hamburgo, pero el clima tiene que ayudar. Intento sentarme al escritorio o delante del ordenador durante la mañana. Me gusta generalmente usar la mañana para cosas que no tienen nada que ver con la profesión, pero trabajo por la tarde con regularidad hasta bien entrada la noche. No tengo horarios fijos de trabajo. Si tengo proyectos de libros o pedidos, ese día típico de taller puede durar diez o más horas. Tengo mucha suerte porque me encanta estar en mi escritorio y a menudo no soy consciente del paso del tiempo. La mayor parte del tiempo estoy inclinado sobre el papel acuarela, rodeado de pinceles, colores y lápices de colores.

El detonante fue, para mí, mi primer encargo grande de publicación. Todavía durante mi carrera, tuve la oportunidad de crear una infografía para la revista Stern, aunque el término infografía aquí no es muy adecuado. Más bien fue una reconstrucción histórica de la flota de Christóbal Colón, hecha con lápices, acuarelas y la computadora. Todo lo anterior entra en la categoría de pedidos de pinturas o hobby. Siempre que he podido, he ilustrado de alguna forma, solo que en esta versión, por primera vez, apareció el crédito correspondiente: ilustración de Torben Kuhlmann.

Es difícil de responder. En la mayoría de los casos, una inspiración parece surgir de la nada, pero esto a menudo sucede exactamente cuando estoy pensando en otra cosa. La mayor posibilidad de inspiración la tengo durante los largos paseos junto al mar o por en bicicleta a lo largo de paisajes naturales o industriales. Por ejemplo, un taller de reparación de automóviles bastante hecho polvo me inspiró en las primeras ilustraciones de la aventura del ratón “Édison" y el contexto parcialmente absurdo de las chimeneas, las tuberías, los ferrocarriles y las grúas del puerto de Hamburgo influyeron ciertamente en el idioma visual de mi "Ciudad de Mole". También me inspiran los museos y las exposiciones de arte, aunque solo sea porque alimentan mis deseos de pintar.

También aquí podría enumerar, como mucho, una larga lista de nombres. Algunos nombres que podría destacar serían Norman Rockwell, Rebecca Dautremer, Sonja Danowski y Shaun Tan.

Depende de la fase de trabajo. Cuando estoy escribiendo textos, realmente necesito silencio, pero una masa indefinida de ruidos de fondo no me molesta. He escrito en cafeterías, en aeropuertos o en trenes. Cuando concibo la historia y trabajo en el guión gráfico, también necesito una concentración total. A veces basta con una música que coincida con el estado de ánimo de la historia. Pero cuando estoy ilustrando, es decir, elaborando los dibujos, me gusta escuchar podcasts, audiolibros o documentales. A veces simplemente tengo YouTube reproduciendo de fondo vídeos sobre películas, cómics, arte o historia.

Por supuesto, hay una serie de historias fantásticas con las que crecí. La atracción latente por ilustrar una de ellos es innegable. Sin embargo, hay varios obstáculos. Ya existen ediciones magníficamente ilustradas o adaptaciones cinematográficas de muchos títulos, así que no veo la necesidad de otra interpretación visual. Y luego hay historias que ya crean mágicamente un mundo en el ojo de la mente con solo palabras delicadamente escogidas, por lo que no es necesaria una ilustración clásica y realista de ese mismo mundo, por ejemplo en algunos de mis libros favoritos como "Drácula" de Bram Stoker o "Coraline" de Neil Gaiman. En este sentido, estoy muy contento de contar mis propias historias y de poder decidir por mí mismo qué cuenta el texto y qué contenido y estado de ánimo deben transmitir las ilustraciones.

Algunas de mis ilustraciones de portada, ya sea para libros ilustrados o novelas para jóvenes, me gustan bastante, por ejemplo los trabajos para los títulos de Frida Nilsson publicados por Gerstenberg. Pero si tuviera que nombrar un favorito concreto... Estaba y estoy bastante orgulloso de la idea yla realización de la ilustración del título de la aventura del ratón "Lindbergh". Me alegro de que esta composición poco habitual, con un avión que apenas se ve parcialmente, un pequeño ratón y un foco, funcione después de todo. Y un comentario rápido: en general, me gustan bastante mis primeros bocetos, los que hago rápidamente, algo que también se aplica al trabajo de muchos de mis colegas. También tengo cierta preferencia por la fase de bocetos.

La pasión por contar una historia. En mi papel de ilustrador, me veo ante todo como una especie de narrador; al fin y al cabo, pongo en escena historias con los medios de que dispongo. La pasión también es un término bien elegido aquí, porque la profesión también crea siempre sufrimiento. Yo, por mi parte, me encuentro de vez en cuando en una cierta lucha conmigo mismo. A veces una ilustración no resulta como se desea, a veces falta una idea, otras cuestiono mi trabajo de forma demasiado crítica. Siempre es un baile entre la frustración que te frena e inhibe y la gran euforia.

Una buena ilustración no debe ser solo un bonito complemento, una joya para una historia, sino que debe establecerse mejor como un componente esencial de una narración. Una buena ilustración puede llegar al corazón de un estado de ánimo o de una determinada atmósfera, o añadir un enorme valor a una frase corta o a una declaración sucinta a través de la composición, el estado de ánimo de la iluminación y el punto de vista. En el mejor de los casos, las ilustraciones no son solo decorativas, sino una parte inseparable de la narración. Y con un poco de suerte, también funcionan como un cuadro en la pared, desvinculado del texto y de su función real.

Estos bloqueos existen tanto en el dibujo y la pintura como en la escritura. Es como la inspiración al revés. Cuando la chispa creativa está ahí, parece que solo hay que organizar toda la abundancia de palabras o trazos y colores. Pero todo está ya ahí y solo hay que darle forma. Este apaño no puede ser lo suficientemente rápido y uno entra en un proceso de trabajo casi meditativo. En un bloqueo, falta este conglomerado de palabras, manchas de color, trazos y líneas. Ninguna hoja de papel se llena así, ni de letras ni de trazos. No puedo salir de esta situación aumentando la presión por el rendimiento. Entonces solo aumenta la frustración. La distancia es la mejor receta, sobre todo la distancia física de la mesa de dibujo o del bloc de notas. La frustración y la presión tienen que desaparecer. A veces basta con consultarlo con la almohada o hacer algo completamente diferente durante un día. Hasta ahora, afortunadamente, he podido romper todos los bloqueos.