El jinete del dragón
Cuando llegan los humanos, los últimos dragones tienen que escapar. Lung, el dragón de plata, y Ben, su “jinete”, junto a Piel de azufre, vuelan hacia la aventura: la búsqueda del borde del cielo.
La tierra de los dragones en Escocia se ve amenazada por los humanos. Lung, un joven dragón, tendrá que buscar ayuda para encontrar La Orilla del Cielo, un valle en el Himalaya donde según la leyenda se escondieron los últimos dragones, y volar hasta allí en busca de refugio para los suyos.
Acompañarán a Lung en este viaje una duende, Piel de Azufre, y Ben, un joven sin familia. Juntos, y con la ayuda de otros personajes mágicos y originales, vivirán emocionantes aventuras y se enfrentarán a grandes peligros. El mayor de todos será el temible dragón Ortiga Abrasadora, creado por un alquimista medieval, que intentará por todos los medios seguirlos para devorar a todos los dragones que no ha encontrado a pesar de su empeño.
- Publicado por primera vez 2002
- Edad A partir de 10 años
- Ilustraciones de Cornelia Funke
- Editorial Ediciones Siruela
Nada se movía en el valle de los dragones. La niebla ascendía desde el mar cercano y quedaba suspendida entre las montañas. Los pájaros gorjeaban con timidez en medio del vaho húmedo, y el sol se ocultaba detrás de las nubes. Una rata bajaba veloz por la ladera. Cayó al suelo, rodó por las rocas musgosas y volvió a levantarse.-¿No lo dije yo? -renegaba entre dientes- ¿No se lo dije a ellos? Levantó la nariz afilada para olfatear, aguzó el oído y corrió hacia un grupo dede abetos torcidos situados al pie de la montaña más alta.-Antes del invierno –murmuraba la rata-. Me lo olí ya antes del invierno, pero no, ellos se negaron a creerlo. Aquí se sienten seguros. ¡Seguros! ¡Bah!
Traducción de María Falcó para la Editorial Siruela, Madrid.
Escribí El Jinete del dragón porque siempre quise hacer eso, volar montada en un dragón, y lo que escribes, de algún modo también lo experimentas, si haces un pequeño esfuerzo para imaginarlo ... algo que a mí no me cuesta mucho.
Todavía hoy percibo el olor a setas en mi nariz por esos champiñones que me trajeron los niños del barrio porque sabían que era la comida favorita de la niña goblin de El Jinete del dragón. Luego está el homúnculo Twigleg, que es uno de mis personajes favoritos de todas las figuras que he inventado — y la serpiente de mar ... que me encanta dibujar.
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