Las luces de Azulmar

Escrito por Pablo Correa

Las luces de Azulmar

Las Luces de Azulmar

 

En el pequeño pueblo costero de Azulmar, donde las olas acarician suavemente la arena y el sol siempre parece brillar con una luz dorada, vivía una joven de dieciséis años llamada Clara. Era conocida en el pueblo por su amor a los misterios y leyendas, especialmente por la fascinación que sentía hacia la antigua torre de observación situada en el extremo más alejado de la playa.

 

La torre, envuelta en historias de piratas y tesoros, había estado deshabitada durante años, y su puerta de madera, carcomida por la sal y el viento, se mantenía cerrada con una gruesa cadena. Sin embargo, una noche de verano, Clara vio algo que cambiaría su vida para siempre. Desde la ventana de su habitación, observó una luz parpadeante en lo alto de la torre. Esa luz no era como la de un faro, sino más bien como la de una lámpara antigua, moviéndose al ritmo de una mano invisible.

 

Empujada por la curiosidad y el deseo de aventura, Clara decidió investigar. Se puso su chaqueta favorita, tomó una pequeña linterna y salió sigilosamente de su casa, dirigiéndose hacia la torre bajo el manto de estrellas. Al acercarse, notó que la puerta de la torre estaba entreabierta, la cadena y el candado yacían en el suelo, rotos. Su corazón latía con fuerza mientras empujaba la puerta y entraba.

 

Dentro, la torre era mucho más grande de lo que parecía desde fuera. Una escalera de caracol ascendía hacia la cima, y las paredes estaban adornadas con mapas antiguos y objetos náuticos. Clara comenzó a subir los escalones, guiada por la luz que ahora parecía estar en la cima de la torre.

 

Al llegar arriba, la luz se desvaneció, dejando a Clara en la oscuridad. Encendió su linterna y su haz de luz reveló una habitación circular con ventanas que miraban hacia el mar. En el centro, había un antiguo telescopio apuntando hacia las estrellas. Clara se acercó y miró a través de él. Lo que vio la dejó sin aliento: un cielo lleno de estrellas como nunca antes había visto, cada una brillando con su propia historia.

 

De repente, escuchó una voz detrás de ella. "Hermoso, ¿verdad?" dijo una mujer anciana, apareciendo como si hubiera salido de las sombras. Clara se sobresaltó, pero la mujer le sonrió amablemente. "Mi nombre es Eloísa, y esta torre ha sido mi hogar durante muchos años."

 

Eloísa le contó a Clara cómo había sido la cuidadora de la torre, observando las estrellas y el mar, manteniendo viva la leyenda de la torre. Explicó que la luz que Clara había visto era una señal para aquellos que, como ella, buscaban respuestas en las estrellas. Eloísa era una astrónoma y había dedicado su vida a estudiar los cielos.

 

Clara pasó horas hablando con Eloísa, aprendiendo sobre constelaciones, leyendas del mar y secretos del universo. Mientras el amanecer comenzaba a teñir el cielo de tonos rosados y naranjas, Eloísa le entregó a Clara un pequeño libro. "Este ha sido mi compañero durante muchos años. Ahora es tu turno de descubrir sus misterios", dijo con una sonrisa.

 

Al salir del sol, Eloísa se desvaneció, dejando a Clara sola en la torre con el libro en sus manos. Al abrirlo, encontró mapas de estrellas, notas sobre mareas y relatos de antiguos marineros. Era un compendio de conocimientos y leyendas que Eloísa había recopilado a lo largo de su vida.

 

Clara regresó a su casa esa mañana, llevando consigo el libro y una nueva perspectiva del mundo. Decidió que mantendría viva la historia de Eloísa y la torre. Comenzó a estudiar el cielo nocturno, utilizando el telescopio y el libro de Eloísa como guías.

 

Con el tiempo, Clara se convirtió en la nueva cuidadora de la torre. Cada noche, encendía una luz en la cima, no solo para continuar la leyenda, sino también para guiar a los curiosos y soñadores como ella. La torre de observación de Azulmar se convirtió en un lugar de encuentro para aquellos que buscaban entender los misterios del cielo y del mar.

 

Y así, la joven Clara, con su amor por las estrellas y el mar, se convirtió en una leyenda en su propio derecho, inspirando a generaciones futuras a mirar hacia arriba y soñar.

Para este cuento tenemos 1 comentario

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Laura – 2 marzo, 2024

Hola Pablo, que cuento bonito. Me gustó mucho leerlo, puedo imaginar todo muy vivido. Muchas gracias y saludos de Alemania