Detrás de las ventanas encantadas
¿Un calendario de Adviento sin chocolate? ¿Solo con dibujos? Suena bastante decepcionante. Pero... ¿y si detrás de las ventanas se escondiese más que solo dibujos?
Muchas veces no resulta sencillo tener un hermano pequeño. Julia tiene envidia de su hermanito Olli, y es que a él le tocó un calendario de adviento de chocolate (esos de las 24 puertecitas numeradas, ya sabéis), mientras que a ella le regalaron una cosa rara de papel... Es cierto que el suyo es muchísimo más bonito, pero... ¿de qué le sirve a uno que su calendario tenga un dibujo de una preciosa casita de purpurina, si lo que realmente quiere es el chocolate? Julia no tarda en descubrir que el calendario está habitado y que puede visitar a la gente que vive dentro. Y eso es, al fin y al cabo, mucho más emocionante que cualquier estúpido calendario que solo tiene chocolate en su interior.
- Publicado por primera vez 2011
- Edad A partir de 8 años
- Ilustraciones de Cornelia Funke
- Editorial Ediciones Siruela
La madre metió la mano en la bolsa grande, sacó con mu- cho cuidado dos calendarios y los colocó sobre la mesa de la cocina, uno junto al otro. Uno era casi igual que el que habían regalado a Julia el año anterior. Con un Papá Noel muy gordo y angelitos y animales y abetos y un trineo repleto de regalos. En fin, maravilloso. Sin la menor duda, un calendario con chocolatinas grande, grueso, maravilloso. Pero el otro... Julia frunció el ceño, el otro tenía un aspecto muy raro. Primero, no se veía un Papá Noel por ninguna parte. Tampoco había ángeles o animales. Sólo una casa grande. Una estúpida casa oscura con un par de estúpidos árboles a su alre- dedor. Nada más. Absolutamente nada. Y segundo, y esto era lo peor, el calendario era demasiado fino. Julia agarró el borde, intrigada. No había duda. Allí no cabría ni la chocolatina más birriosa. –Ése es para ti –dijo mamá. Oli, radiante, cogió el grande y grueso calendario con cho- colatinas. Ya lo sabía. Desde que su madre había dejado sobre la mesa 17 ese calendario tan raro. Julia apretó los labios y dirigió a su madre la mirada más sombría de que fue capaz. –Y éste de aquí es para ti, Julia –repitió la madre con una sonrisa de orgullo. –Ése no es un calendario con chocolatinas –replicó Julia cruzando las manos a la espalda–. No lo quiero. Su madre parecía muy decepcionada. –Pero si creía que... –enarcó las cejas, desconcertada–, creía que ya eras muy mayor para esos...