Las Gallinas Locas 3. ¡Que viene el zorro!

Las Gallinas Locas ¡Que viene el zorro!

La abuela de Sardine quiere matar a las gallinas. Bueno, a las gallinas de verdad. Para impedirlo, incluso hacen las paces con los Pigmeos. Pero no solo necesitan ayuda las gallinas de la abuela...

Qué difícil es conseguir una pandilla de verdad! Las Gallinas Locas aún no tienen cuartel general, y para colmo sus mascotas están en peligro. ¡La abuela Slättberg ha decidido sacrificar a las gallinas de su corral! Sardine ha de lanzar la «alerta zorro», su clave secreta para avisar de un gran peligro. ¿Cómo pueden salvar a sus mascotas? No les queda más remedio que secuestrar las gallinas y llevarlas. a un lugar seguro. Para lograrlo,- necesitarán un buen plan y la ayuda de los Pigmeos. Pero la colaboración de los chicos trae muchas complicaciones: Torte persigue a Frida, de la que está locamente enamorado, Willi y Melanie se ven a escon­didas... Sardine está desesperada: ¡las Gallinas Locas deben concentrarse en ser una auténtica pandilla!

Frida iba ya por la segunda ración de lasaña cuando sonó el teléfono.—¡Teléééfono! —gritó Luki, el hermano pequeño de Frida, y se puso tan nervioso que derramó el zumo de man-zana.Titus, el hermano mayor, arrastró la silla y se levantó con una sonrisa burlona.—¡Seguro que es otra vez el novio de Frida! —dijo, y desapareció por el pasillo.—Yo no tengo ningún novio, ¡entérate de una puñetera vez! —chilló Frida tras él.—¡Frida, nada de palabrotas! —la reprendió su padre.Luki levantó su plato humeante y se lo puso a Frida delante de la nariz.—Zopla, Frida —le ceceó al oído.Frida, pendiente en todo momento de lo que sucedía en el pasillo, sopló.—Eh, Sardine, qué sorpresa —murmuró Titus al telé-fono—. ¿Desde cuándo las gallinas hablan por teléfono?En un abrir y cerrar de ojos apareció Frida y le arrebató el auricular de las manos.—¿Qué tal? —preguntó—. Lo siento, es que pensaba que...

—¡Que viene el zorro, Frida! —dijo Sardine en voz muy baja—. Sabes a qué me refiero, ¿no?—¿El zorro? —A Frida estuvo a punto de caérsele el teléfono de la mano.Titus había vuelto a la cocina y estaba de nuevo sentado a la mesa, pero desde allí miraba intrigado a su hermana. Frida se volvió y le dio la espalda.—Sí, sí, ¡el zorro! —Sardine parecía estar totalmente fuera de sí—. ¡Pasa el mensaje! Reunión urgente de pan-dilla a las tres. ¿Está libre vuestro sótano?—Sí, pero¿qué ha pasado? Ni siquiera hemos...—¡Luego os lo cuento todo! —musitó Sardine, y colgó el teléfono.Frida se quedó sin saber qué hacer. «¡Que viene el zo-rro!», en el código secreto de las Gallinas Locas, signi-ficaba peligro máximo, ¡peligro de muerte! Una Gallina Loca solo podía lanzar la Alerta Zorro en caso de una emergencia gravísima. La propia Sardine había estableci-do esa norma. Frida frunció el ceño y se quedó mirando el teléfono.—Frida, vuelve a la mesa —le ordenó su madre—. Se te va a enfriar la lasaña.—Sí, sí, ya voy —murmuró Frida—. Es que tengo que llamar un momento. —Ymarcó el número de Trude a toda velocidad.—Bogolowski —gruñó Trude al teléfono.—¡Que viene el zorro! —anunció Frida, procurando que nadie más la oyera.—¿Cómo? —exclamó Trude, desconcertada al otro lado de la línea.—¡Pasa el mensaje! —musitó Frida—. A las tres en mi sótano.

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