Igraín la valiente

Igraín la valiente

Igraín, hija de unos magos, sueña con una vida de caballeros andantes. Un hechizo equivocado pone todo patas arriba y, de repente, se encuentra en medio de una verdadera aventura de caballería.

Algo grave está pasando en el castillo de Bibernel, donde viven Igraín, su hermano Alberto y sus padres magos. El malvado Gilgalad está a punto de atacar el castillo para arrebatarles los libros de magia, mientras los padres de Igraín, víctimas de un conjuro, perdieron sus poderes. Aunque Igraín no ha aprendido todavía muchas artes mágicas -lo que le gustaría es convertirse en caballera famosa-, se aventura a salir en busca de ayuda…

Igraín se despertó al notar que tenía algo en la cara, algo con muchas patas. Abrió los ojos y ahí estaba, una araña gorda y negra en la punta de la nariz. No había nada en el mundo que le diese más miedo que las arañas y empezó a sentir un cosquilleo insoportable en los dedos de los pies. —¡Sisi! —susurró con voz temblorosa—. Despiértate, Sisi. ¡Quítame la araña! Sísifo alzó su cara gris de la barriga de Igraín, parpadeó, se desperezó, tomó la araña de la punta de la nariz y ¡ñam!, se la zampó.—¡Eh, no he dicho que te la comieras! —Igraín se limpió la saliva de gato de la mejilla, tiró a Sísifo de la cama y se puso en pie—. Una araña en la nariz —murmuró—, un día antes de mi cumpleaños. Esto no puede significar nada bueno.

Cuando comencé a escribir Igraín la valiente, acababa de terminar mi primer libro de los laaaargos: El jinete del dragón, así que Igraín estaba planeado que no tendría más de 60 páginas. No sería más que un descanso tras el esfuerzo de El jinete del dragón, poco más que un proyecto lúdico. Se trataba de una especie de declaración de amor a ese libro que yo me llevaría a una isla desierta.

Camelot es para mí, hasta hoy, la mejor novela de fantasía jamás escrita y la mejor de las historias en torno al mito del rey Arturo que yo conozco.

Así que, inspirada por el azucarero viviente de Merlín, comencé a contar de libros que habían cobrado vida en Bibernell, de la niña que preferiría ser caballero andante a princesa (yo creo que también preferiría lo mismo, ¡o mejor, las dos cosas al mismo tiempo!)... y de las 60 páginas programadas inicialmente, surgieron más de 200. Dibujé las más bonitas de mis ilustraciones (creo que no hasta Reckless he vuelto a dibujar así) y mi marido y yo formateamos el libro entero repartiendo ratoncillos a lo largo de todas las páginas. Nunca trabajé tanto y con tato detalle como en ese libro.

Igraín la valiente es secretamente uno de mis libros favoritos de entre todos los que he escrito hasta ahora. Pensé muchas veces en escribir una segunda parte... me encanta el caballero triste, quien no existiría sin el Lancelot de T.H.White, que piensa que tiene que ser una mala persona porque es muy feo. En Bamberg hubo una maravillosa representación teatral de esta historia y he presenciado otras puestas en escena fantásticas: una de ellas con caballos reales y un tobogán por el que se tiraban los libros. Inolvidable.

En fin, dependiendo del día, me gustaría ser Igraín o el caballero triste. O me gustaría tener un gigante como Gawain, que me levanta por los aires y me lleva en brazos por ahí.

Y espero, de verdad, que alguna vez leáis Camelot y lo améis tanto como yo, porque cuenta con todos los ingredientes de una buena historia. Infinitamente graciosa, infinitamente triste y muy sabia.