Princesa Isabella

Princesa Isabella

¡Me aburro, me aburro, me aburro! Isabela está harta de ser princesa y lanza su corona al estanque de los peces. Entonces, el rey explota de furia.

Ser princesa no es, ni mucho menos, tan estupendo como pueda parecer. En cualquier caso, a Isabella, la menor de tres hermanas, no le gustaba nada eso de ir siempre con vestidos delicados y una corona en la cabeza dando vueltas sin hacer nada. ¡Cómo iba a subirse a los árboles con esa pinta! «¡Las princesas no andan subiéndose a los árboles!», refunfuñaba el rey, su padre. Pero precisamente con su hija pequeña, se equivocaba... Una historia divertida y entrañable que sin duda gustará tanto a los padres de las princesas como a las princesas mismas.

Drusilla, Rosalinda e Isabela eran princesas de las de verdad. Tenían treinta roperos llenos de preciosos vestidos. Tenían sirvientes que les limpiaban los mocos, y camareras cortesanas que les recogían el cuarto, les colgaban la ropa y les pulían las coronas hasta que brillaban. Tres profesores les enseñaban, cada mañana, maneras de palacio como por ejemplo estar sentadas en el trono sin patalear y a hacer reverencias sin caerse... Bostezar con la boca cerrada y sonreír una hora sin parar. Seis sirvientes limpiaban las migas que les caían del plato y seis camareras vigilaban que no se hicieran la más mínima magulladura jugando.

Dieses Buch würde es nicht ohne die Fernsehsendung "Siebenstein" geben. Für die habe ich die Geschichte nämlich geschrieben. Und damit kam es auch zu meiner allerersten Zusammenarbeit mit der wunderbaren Illustratorin Kerstin Meyer.